Carta de Mariano Puga: “Este pueblo tiene el derecho a destruirlo todo
porque todo le han destruido”
Mariano Puga Octubre 26, 2019
Aburrido hasta el tuétano. Despierto en la mañana y lo primero que me
encuentro es con la parálisis política que da cuenta de falta de liderazgo.
Discursos fomes, repetitivos, sin creatividad y estúpidos. Somos dictadura y
prisioneros de Pinochet, prisioneros de nosotros mismos, de nuestras propias
prisiones, de nuestros propios odios (…) Ni los pacos ni los milicos son nuestros
enemigos. Los que mandan a la calle son, en su gran mayoría, gallos que han
nacido en el seno del mundo popular que muchas veces no encontraron alternativa
alguna para sobrevivir (…) Este pueblo tiene el derecho a destruirlo todo
porque todo le han destruido. Habrá que preguntarse: ¿¡Qué cariño le hemos
tenido, qué hogar les hemos brindado!? ¿Qué amor les hemos dado? ¿Qué he hecho
yo por afectar para mejor sus vidas? “Y la Iglesia apenas musita declaraciones,
la iglesia ha sido cómplice del sistema de mercado. ¿Qué les pasa a los
pastores de Chile? Han perdido la capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo
sus gritos y gemidos, han perdido credibilidad porque hemos escandalizado a
nuestro pueblo” Dándole vuelta a estas cosas y escuchando el horrible discurso
de Piñera, asumo que no entiende nada, ¡pobre hombre! me acordé de Luis XVI
cuando le van a decir en la noche del 14 de julio que el pueblo se ha
parapetado en La Bastilla y que no saldrá de ahí sino con la fuerza de las
armas y él dice “Ah, ¿no se quieren ir? que se queden entonces”. Piñera no
entiende lo que está detrás del clamor de la gente, él y muchos como él, no
pueden entender el despertar del pueblo, no entiende que las leyes que
sostienen el sistema social, de salud, de trabajo, de previsión es excluyente,
egoísta, inhumano. Y él no lo entiende porque él es uno de la tribu
privilegiada del sistema. Nunca lo entenderá, hasta que no se convierta a
Jesucristo. La revolución no se hace con los poderosos, sino con aquellos que
hacen suya la causa de los sin poder y ésos nos faltan hoy. No veo cómo este
sistema los va a producir, más bien al revés, el sistema toma a los sin poder y
los transforma en los adoradores del modelo de consumo.
Y la Iglesia apenas musita declaraciones, la iglesia ha sido cómplice
del sistema de mercado. ¿Qué les pasa a los pastores de Chile? Han perdido la
capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo sus gritos y gemidos, han perdido
credibilidad porque hemos escandalizado a nuestro pueblo, le hemos dañado y
mentido y ahora estamos en exilio en nuestra propia tierra, encerrados y
exiliados en nuestra propia iglesia. Como decía Violeta ¿Qué dirá el Santo
Padre? El proyecto no era de los hombres, era de Dios. La iglesia no es capaz
de estar en sintonía con las demandas del pueblo porque dejó de ser pueblo, no
entendemos a la gente ni a Jesús, más bien lo sacrificamos, lo destruimos, lo
deshumanizamos, lo pisoteamos y lo transformamos en un rito de muertos, de
misas convencionales, de ritos justificadores.
Qué soledad más increíble me embarga. Esta soledad no se soluciona ni
con ansiolíticos, es la soledad de Jesús que grita “padre porqué me has
abandonado” es la soledad de los discípulos que también lo van a abandonar. Hoy
leí “el llamado de Jesús” ese que dice comparte lo que tienes y parte a la
misión. Qué miedo más grande, perderlo todo, perderme yo para que otros vivan.
Nos cuesta tanto compartir (…) Y me vuelvo a mí y me pregunto qué significa
darme por entero. Anda Mariano, me dice Jesús, véndete, entrégate a los demás, sé
mi colaborador, aunque nadie te entienda, aunque ni Dios sienta que está
contigo, no me atrevo si quiera pedirte algo Señor, pero yo sé que todos vamos
a pasar por ahí. En esto, empecé a ponerme creativo y entonces si pudiera estar
ahí entre la gente que está levantando su voz y poniendo el cuerpo, levantaría
una tarima en plaza Italia, agarraría a todos los acordeonistas y guitarristas
e invitaría a bailar a la gente, a hacer de esa plaza un gran centro de baile
en donde cada una y uno pueda mirar pal lado e invitar a otros que nunca han
cantado, que nunca ha reído.
¿A quién invitarías a bailar tú? A mí me gustaría sacar a los
paralíticos, a los ciegos, a los cabros volaos o alcoholizados, a los
esquizofrénicos, a los negados en su condición u opción de vida, a los
postergados y olvidados, a los que deben taparse la cara para contribuir con su
cuota de violencia. Me gustaría invitarles a ellas y a ellos. Están tan cerca
de nosotros y los despreciamos y nunca nadie les ha preguntado porqué de su
vida o quiénes son. Transformaríamos la plaza en una fiesta donde nos
tomaríamos de la mano con los que son pisoteados y haríamos de Chile, al menos
por un rato, un baile chilote.
Quiero olvidarme de mí, de mi comida y de mis prioridades, de mis
gustos y pertenencias, quiero olvidarme de mi yo. Solo para que el otro pueda
tener lo que le hace feliz, tener lo que no tiene. Olvidarme de la imagen, de
la falsa imagen de Jesús y poder producir lo que él dice “el que come y bebe
conmigo es un hombre y mujer nuevo”. Estoy seguro de que la vida en Jesús sana,
renueva, libera y que él no quiere ni necesita beatas ni beatos.
Eso es posible porque Dios nos hizo para ser felices. Desde la casucha
en que vivió, desde el lado de los que sufren gritó: felices lo pobres porque de
ellos es la tierra nueva, felices lo que lloran porque serán consolados,
felices los hambrientos de justicia porque van a ser saciados, los que son
perseguidos por causa del bien, los que luchan renunciando al triunfo, felices
los limpios de corazón, los que nunca se dejan comprar, lo que no se apitutan,
los que no tienen vergüenza de sus acciones porque no buscan figurar, sino que
buscan la risa de los que no ríen. Me pregunto: ¿Qué puedo dar yo? La única
felicidad que puedo dar, después de haber sido odiado y amado, es servir hasta
dar la vida por los demás, dar mi felicidad de ser calumniado, malinterpretado,
perder la imagen, ser torturado y negado, pero a esta altura puedo decir que he
ganado la posibilidad de amar, de sentirme hermano de los humillados, de los
que no son amados, ni escuchados.
Estoy seguro de que ante esta pregunta de qué puedo dar yo, la
respuesta de las personas sería lindísima, mucho más fuerte que todas las
estupideces que nuestra máxima autoridad y su sequito está dando porque somos
seres humanos, porque nos han quitado todo, menos la humanidad, que es un don
de Dios y nadie puede quitar lo que Dios nos dio, ni el peor de los dictadores
puede quitar esa condición. Ese Dios es más fuerte que el ídolo que nos
transforma en explotadores, en homofóbicos, en consumistas. Ese Dios es más
fuerte que todas nuestras resistencias.
“¿Qué está pasando con los líderes nuestros? ¿Dónde están? ¿Dónde está
el arte? (…) ¿Quién se hace voz de las esperanzas de la calle, qué cresta pasa
con los artistas de lo nuevo? Cántennos, grítennos, enséñennos a soñar, sin
ustedes no somos capaces, sin los otros y otras de este mundo, no somos
capaces.”
Ese Dios lo entienden los simples. Yo te alabo Padre porque te revelas
a los pequeños, a los considerados como nada. Sí Padre, yo te alabo porque te
diste a la maravilla de tu hermano, tú que dijiste: haz con tu hermano lo que
te gustaría que hicieran contigo, y lo haces porque crees que el Dios de los
cristianos y el Dios de todas las religiones es pobre, un Dios sin poder, no
milagroso, que se hizo último entre los últimos, asesinado, martirizado, como
un inocente abandonado, como un “ejecutado político”. Ése es nuestro Dios, el
que resucitó y proyectó un modelo de una humanidad nueva, para todas y todos.
Ese espíritu que lo animó a él es el que también anima a cada ser humano, ese
espíritu es el que habla a través del profeta y es el que está diciendo que
organizándonos nosotros, ayudándonos nosotros, podremos ayudarnos de él para
salir de nuestras frustraciones, miedos, odios, decepciones, afanes de poder,
ídolos. Voy a poner ese espíritu en ustedes y ustedes vivirán, y volverán a su
tierra y la cultivarán para germinar en una sociedad nueva más linda que la de
Allende, porque pasearan por las grandes alamedas de la humanidad entera y ahí
nos daremos
cuenta de que en el fondo, cada una y uno de estos seres humanos, los
que tocan las ollas, los que rompen el Metro, los que silenciosamente buscan,
arriesgan, dan la vida por un mundo distinto, todas y todos tenemos algo de
Dios; de soñadores, constructores de equívocos y sueños, capaces de bailar,
cantar, crear, construir belleza, colocando canto–teatro–vida, amor.
¿Qué está pasando con los líderes nuestros? ¿Dónde están? ¿Dónde está
el arte? (…) ¿Quién se hace voz de las esperanzas de la calle, qué cresta pasa
con los artistas de lo nuevo? Cántennos, grítennos, enséñennos a soñar, sin
ustedes no somos capaces, sin los otros y otras de este mundo, no somos
capaces.
Es el grito que recorre desde Yemen, el pueblo kurdo hasta La
Araucanía, metiéndose hasta las entrañas amazónicas indígenas. Ellos que nos
enseñan que todos somos responsables de la casa común, hijos de la tierra, del
agua y del sol, que protegen su entorno y que se deben a su gracia. Danos la
sabiduría de Salomón, Señor, para escuchar a los últimos de nuestra sociedad, a
las víctimas de la sociedad de mercado, responsables también de la destrucción de
la casa común. Los hermanos indígenas nos enseñan el cuidado delicado de la
creación. Nosotros que nos decimos cristianos no sabemos escuchar el gemido de
Jesús que viene de la naturaleza, del agua y de la tierra.
Quiero pedir a María, a María de Nazaret: tú que pariste al Dios de
los sin poder, que descubriste al Dios de los débiles y no de los ricos, sé tú
la madre de esta nueva humanidad (…)
¡El despertar no tiene que morir nunca más! hasta que volvamos a ser
seres humanos. “Yo te voy a sacar de sus sepulcros, pueblo mío, y te voy a
llevar a la tierra que te pertenece”, dice Exequiel (…) Recordemos la memoria
subversiva de Jesús de Nazaret y no olvidemos que lo que le llevó a ser
rechazado fueron sus gestos de amor y ternura, de opción radical entre y para
los pobres de la tierra, el anuncio de la buena nueva, del Evangelio, pagado
con su propia vida.
“Algo nuevo está naciendo, con los pobres va creciendo, nuestro Dios
se hizo pueblo”, cantábamos en nuestros Vía Crucis. REINVENTEMOSLA HOY,
ARRIESGÁNDONOS HASTA EL PELLEJO.
Esta columna se publicó originalmente en el sitio del Comité de
Defensa y Promoción de los Derechos Humanos de La Legua.
Santiago, 24 de octubre 2019
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