Una noche tranquila
Cuando llega la hora de ir a la cama, nuestro ritual nocturno se convierte en una pequeña aventura familiar. Desde la cocina fogón, debemos cruzar a la casa grande. Este trayecto comienza con el turno de los más pequeños, quienes, con una mezcla de emoción y temor, se preparan para el viaje nocturno.
El Corredor
La travesía
empieza con un hermano mayor liderando el camino. Armado con una palmatoria que
sostiene una vela encendida, nos guía con pasos cuidadosos por un corredor que
une el fogón con casa. La tenue luz de la vela proyecta sombras danzantes en
las paredes, creando figuras que nuestra imaginación transforma en cuentos de
fantasía.
El
Dormitorio
Finalmente,
llegamos al dormitorio. Aquí, la vela se convierte en un objeto doblemente
valioso: su luz nos ayuda a ubicarnos en la habitación, pero su fragilidad nos
recuerda que es peligrosa si se deja encendida. Por eso, una vez acostados, la
vela se apaga, sumiéndonos en una oscuridad completa.
La Compañía
de la Noche
La oscuridad es
una compañera fiel, y el silencio de la noche nos envuelve como un manto.
Aunque al principio este silencio puede parecer intimidante, pronto descubrimos
su encanto. Es una noche tranquila, un momento de paz que nos relaja y nos
invita a cerrar los ojos.
Poco a poco, el
sueño nos vence, y nos dejamos llevar hacia el mundo de los sueños. La
oscuridad y el silencio, lejos de ser enemigos, se convierten en aliados que
nos acompañan hasta el amanecer.
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